miércoles, 9 de abril de 2014

LOS JUEGOS NO SIEMPRE SON EDUCATIVOS

A raíz de la lectura "Sobre el valor educativo de los contenidos de la educación física" por José Devís y Carmen Peiró, hablaré sobre los aspectos negativos de los juegos, y pondré alguna vivencia personal que haya experimentado sobre dicho tema.

Los juegos. Algo inocente y que a priori parece algo totalmente constructivo y educativo, se le ha concedido tradicionalmente un "aura inmaculada que le atribuye toda suerte de beneficios y aspectos positivos consustanciales y auto evidentes"  (Devís y Peiró). Pues bien, los juegos no siempre aportan aspectos positivos y beneficiosos para quienes los practican, en la mayoría niños, si no que también pueden desencadenar potencialidades negativas, si no se es adecuadamente dirigido y controlado por un (docente, monitor, entrenador...) responsable.

A los aspectos negativos a los cuales me refiero, son tales como juegos injustos, excluyentes, poco equitativo, discriminatorio, sexista, explotador y nada placentero (Devís y Peiró) (Coakley 1990).
Seguramente, todos habremos experimentado alguna de estos aspectos negativos en algún juego que hayamos jugado a lo largo de nuestra vida, por lo que quiero dejar claro, que esta etiqueta positiva que se le dan a los juegos, no siempre se cumple, pues también puede llegar a ser en ocasiones cruel. Cómo dicen en el texto el  juego que dentro del currículo de la educación física encierre crueldad y sea antisocial no sería educativo.

Dicho esto, mostraré mi experiencia personal, ocurrida en mi equipo de nanos querubínes de fútbol  que entreno en el Torrent CF.


Haciendo el popular juego del pañuelo, hice los equipos de manera aleatoria y una de las parejas que se enfrentaran, eran un niño habilidoso y rápido, contra otro más lento y gordito. Lo que pasó, fue lo evidente, en el transcurso del juego, habían tenido que salir esta pareja dos veces, y las dos veces ganó el niño habilidoso, por lo que el otro niño lento, acabó entristecido.

Había sufrido una discriminación, estaba en inferioridad de condiciones, por lo tanto, era un juego injusto, y no pudo ganar ninguna vez.
Por suerte, me dí cuenta de esta circunstancia a tiempo y pude emparejar a estos dos chicos, con otros que se asimilaran a sus condiciones físicas y técnicas. De esta manera, los dos estarían ahora en igualdad de condiciones con sus nuevas parejas, y se consiguió hacer justo el juego.

Queda demostrado por tanto, que el juego, si no está bien controlado y dirigido por el encargado, puede sufrir unos aspectos negativos como los nombrados anteriormente. Por lo tanto, para que un juego sea educativo, debe tener siempre una intencionalidad, y aparte, debe presentar unas condiciones de igualdad de condiciones y participación en todos los sujetos, que sea justo, y evitando todos los aspectos negativos nombrados a lo largo de la entrada.


4 comentarios:

  1. Todo en esta vida no es blanco o negro, hay muchos colores. En este caso, es muy evidente que los juegos no siempre son buenos ni siempre malos, el condicionante es el profesor, quien decide hacia donde conducir el juego. En tu caso, el juego del pañuelo, puede ser uno de los peores juegos a nivel educativo, pues puede hacerse de forma sexista, cruel, injusto, excluyente...

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    1. Está claro que el juego del pañuelo tal vez no haya sido el más acertado, pero tampoco me creo que se haya empleado con fines tan perjudiciales, ya que en el momento vió que el juego no se dirigia a la dirección deseada supo adaptarlo a unos parámetros de justícia.
      Por cierto, bonita foto en el campo de la UD Puçol :)

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    2. Gracias Paco, esa adaptación y reconducción del juego es la que quería destacar. Que un juego mal planteado puede ser NO educativo, pero para eso estamos los (docentes, entrenadores, monitores), para poder modificarlo y orientarlo hacia resultados de igualdad y educación.

      PD: Fue un partido entretenido, con el resultado de 2-5 :)

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  2. Diego tienes razón en que el juego si no está controlado y dirigido puede perder su valor educativo.

    La aparición de esa discriminación puede provocar comportamientos hacia el niño desfavorecido que hagan que todavía se infravalore más el trabajo que él realiza con, seguramente, más esfuerzo que el resto de compañeros.

    De los errores se aprende.

    Se puede aprovechar esa situación tanto para enseñar a los demás que aunque un jugador sea menos habilidoso tiene derecho a participar y mejorar también.

    Para hacerle ver al niño que no debe rendirse ante una derrota.

    Y por último para mejorar nosotros como profesionales, evitando esas desventajas y haciendo del juego algo lo "más educativo posible".

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